Imaginantes: Entrevistando a Pepe Gordon

José Pepe Gordon. Fotografía: Karolina Zepeda Cota

Hubo un tiempo en que la Luna estaba pegadita a la Tierra.

En las noches los amigos se reunían para salir a pasear por el mar en una barca.

Mediante una escalera, con un pequeño salto, llegaban a la Luna, cuya superficie con consistencia de queso, estaba llena de conchas, estrellas de mar y peces fosforescentes atraídos por su fuerza de gravedad.

Durante esas visitas, un hombre admiraba a una hermosa mujer a la que no se atrevía a declararle su amor.

Una noche, mientras ella estaba en la Luna, el astro comenzó a alejarse de la Tierra.

El hombre estaba en la escalera y tuvo un momento de indecisión.

La Luna se alejó para siempre.

Esa es la razón por la que los perros aúllan en las noches de Luna llena, recordando el dolor de ese hombre por la pérdida de la mujer amada.

Y fue así como surgió Imaginantes. Un proyecto que nace después de ver un cartel en lo que es el inframundo (Metro) de la Ciudad de México. Una historia que podía ser narrada e ilustrada a través de imágenes en movimiento, que en conjunto formaban una hermosa poesía, y daban pauta al televidente para abrirse a la imaginación.


Inclusive, cerrando los ojos y escuchando estas historias, nos podemos imaginar los escenarios en los cuales está sucediendo la historia, y poder entrar al mundo de la imaginación.

Escuchar hablar a José Pepe Gordón es un deleite, y quizá un privilegio. No cualquiera puede narrar una historia sin que esta te atrape por completo, y mucho menos armonizar el conocimiento científico con la poesía. Platicar con Pepe es como charlar con un viejo amigo que viene de un largo viaje por el tiempo y el espacio. Es adentrarse con él en lo enigmático y bello de las palabras y del conocimiento ancestral que abunda en el Universo.

José Pepe Gordon. Fotografía: Karolina Zepeda Cota

José Pepe Gordón (P): Soy narrador, pero desde pequeño también me interesó la narración de la ciencia, y yo me asumo como escritor, antes que nada, pero nunca he dejado de apreciar la belleza, la inteligencia y la imaginación que están presentes en la ciencia.

Es claro que la ciencia tiene rigores distintos a los que tiene la literatura, pero ambas tienen rigores para contar bien una historia. Hay que tener la capacidad de encontrar la palabra justa y de explorar el lenguaje de manera fina para saber cuándo, qué y cómo se va narrando algo con precisión. Los rigores de la metodología científica son diferentes, pero también implican, por otro lado, cierta imaginación.

Entonces, lo que me encuentro es que de alguna manera tienes la posibilidad de adentrarte en las historias que están en la ciencia con una pluma literaria. Lo que va a ocurrir es que la forma de entender ese mundo planteado en la ciencia, a veces abstracto, tiene una posibilidad de traducción en donde, sin perder fidelidad al relato científico, se utilizan palabras que nos abren a la emoción profunda que está detrás del descubrimiento científico y de descubrir la belleza de una nueva idea.

Esta tarea de comunicación de la ciencia es saber que un programa de televisión no es una clase, es un puente. Y si hiciste bien el puente narrativo de un buen relato, te va a invitar a que te encuentres con maestros, amigos y libros en los cuales profundizarás esa idea que acabas de recibir, si es que quieres hacerlo. Y si no, por lo menos tienes la mínima información de conocimiento del mundo que nos rodea y de los paradigmas con los cuales tratamos de entender nuestra realidad para exigir a quienes nos gobiernan información basada en conocimientos científicos y decisiones basadas en criterios rigurosos, no en puntadas.

No podemos esperar que la divulgación de la ciencia produzca que toda la población sea científica. Habrá algunas personas que sientan curiosidad por la ciencia y quieran dedicarse a ella. Pero los que no decidan por esa vocación científica deben detener al menos la mínima información para estar al tanto de las ideas vitales de los tiempos actuales.

Siempre he dicho que no se tiene que ser novelista para gozar de una buena novela, y tampoco se necesita ser científico para estar enterado de los grandes hallazgos que transforman nuestra visión del mundo y los paradigmas con los que observamos y transformamos la realidad.

Entonces, por un lado, la imaginación literaria nos abre a una sensibilidad que nos permite tener mayor empatía por los problemas y circunstancias en las que vivimos. Y por el otro lado, la ciencia nos abre un pensamiento crítico que nos da capacidad de transformación. Me parece que estos dos elementos son esenciales hoy en día en nuestra sociedad.

José Pepe Gordon. Fotografía: Karolina Zepeda Cota

Armando (ArCiGo, A)
: ¿Pensaste que Imaginantes pudiera llegar alguna vez lejos?

P: Son como botellas echadas al mar, y tú piensas que ojalá lleguen lejos. Lo que sí ha sido una enorme alegría es ver cómo la gente se ha apropiado de este proyecto.

Cuando voy a la Feria Internacional del Libro (de Guadalajara) o a alguna ciudad del país, me encuentro con profesores o alumnos que me comparten cómo están resonando estas historias en sus vidas, y te das cuenta del poder que tiene una idea bien concebida y bien pensada que está plasmada en términos creativos e imaginativos.

A: ¿Tendremos Imaginantes para después?

P: Estoy tratando de construir un proyecto llamado Colisionador de Ideas, en donde también con cápsulas hermosamente animadas por el mismo equipo que trabajó en Imaginantes, la ciencia y la poesía empiecen a plantearnos espejos de realidades que son difíciles de concebir. Es algo que queremos que viva en los museos, las redes sociales y en los canales de televisión pública, para precisamente seguir contribuyendo con nuestro granito de arena a la creación de una sociedad de imaginación y conocimiento.

Bruno Schulz, en palabras de Pepe, decía que debemos madurar hacia la infancia. ¿Eso qué quiere decir? Madurar hacia la capacidad de asombro y hacia la curiosidad. Despertar ese espíritu de aventura, conocimiento y de atreverse a buscar.

No estaba equivocado.

Como niños, que nunca dejan de asombrarse, busquemos en lo más íntimo de las cosas las respuestas a las interrogantes de lo que nos rodea. Abramos nuestra mente para darle un espacio a la imaginación.

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