Hace 7 años



Hoy se cumplen 7 años de aquella tristeza y alegría que aconteció en mi vida.

Había entrado a estudiar la universidad en medio de un montón de adversidades económicas. No tenía dinero para pagar el curso propedéutico, y mucho menos para poder pagar el semestre.

Yo tenía entre mis ahorros casi 1200 pesos que utilicé para poder pagar el curso propedéutico, los cuales no quería gastar (argumentando que los iba a necesitar para otros gastos de la escuela, como papelería o libros).

En casa atravesábamos una grave crisis económica, derivada de la Crisis Económica del 2008. Mis papás habían perdido su empleo (que, aunque no era el mejor de todos, nos daba lo suficiente para vivir bien y darnos algunos "lujos" que antes no podíamos darnos), y el nuevo empleo que habían conseguido tenía un salario muy deplorable (apenas y alcanzaba el dinero a cubrir las necesidades básicas de la casa).

Yo no quería dejar un año sin estudiar, iba en contra de mis creencias. Después de todo ya había pasado el examen de admisión al tecnológico, solamente me faltaba el dinero.

Todo el mes de julio me la pasé estresado y presionado por la situación económica de la casa (llegó inclusive a caérseme el cabello), y buscaba clientes a quienes pudiera arreglarles la computadora o instalarles algunos programas (durante mi época de preparatoria a eso me dedicaba). No conseguía muchos, pero los pocos que conseguía me generaban un poco de ingresos para mis bolsillos. 

Pero había algo que me dolía: Darles ese dinero a mis papás. Entraba en mi la avaricia. Me molestaba darle lo poco que había ganado de arreglar computadoras a mis papás, especialmente a mi mamá, y me enojaba con ella. Ella me decía que todo iba a salir bien y que pronto íbamos a estar mejor, pero yo no lo creía.

Me invitaba a hacer oración con ella, los rosarios, pero yo se lo negaba (le decía que no tenía caso hacerlo). Llegué inclusive a gritarle 3 veces por el enojo que tenía al sabernos en esa situación crítica, pero al final siempre terminaba yo cediendo a las oraciones (por propia voluntad).

Para mí la preparatoria fue una época en la que no sabía a qué tirarle. Estaba entre ser agnosta y religioso (ya era cristiano católico, pero no un practicante al 100). Conocía un poco de ambas, pero en esa época empecé a reforzar muchas cosas de las que ya sabía sobre las cuestiones de la fe. Por mi mente nunca pasó el ser ateo (sabrá Dios por qué). Entonces me puse a investigar más acerca de las diferentes religiones que me llamaban la atención (como el judaísmo y algunas ramas del cristianismo protestante), creencias místicas (como la masonería y gnosticismo), pero terminé cediendo al cristianismo católico que desde pequeño me habían enseñado (fue el que se me hizo más razonable y sin tantas trabas).

Fui llevando entonces mi proceso de conversión, y empezaba con las peleas con Dios: "¿por qué nos está pasando esto?", "¿hasta cuándo, Señor?", "¿por qué a mí me pasan estas cosas?", etcétera. Por ratos estaba contento con Dios, pero la mayor parte del tiempo tenía muchos arrebatos contra él.

El día que se supone debió ser el más tranquilo y feliz de mi vida, mi cumpleaños, el 25 de Julio, me la pasé triste y pensativo. No quería salir ni ver a nadie, pero recuerdo que ese día mis papás me había escrito una carta que me habían dejado debajo de la almohada. Fue un domingo y ellos ya se habían ido a trabajar. En resumen, la carta decía que ellos me querían mucho y que debía disfrutar mi día (que no me preocupara, porque eso les correspondía a ellos), y que quizá desde pequeño nunca me pudieron dar todo lo que yo quería, pero me habían dado lo que ellos podían (en la medida de sus posibilidades) y que creían era bueno para mí. Entre las líneas finales se leía que todo iba a salir bien, y que Dios siempre estaba conmigo.

Era una carta breve, que guardé (aunque ya no recuerdo donde), y ese día traté de tranquilizarme. No tenía planes de salir, pero recuerdo que un amigo muy querido por mí me invitó a salir junto con su novia (también amiga mía), y aunque ese día estaba gris y lluvioso, literal, olvidé por ratos mi melancolía. Comimos pastel en mi casa y posteriormente fuimos a tomarnos un helado a La Sultana (como me encantan esos helados). Nos despedimos y yo me regresé a casa. Ese día me nació ir a misa a la parroquia que tenía cerca de mi casa, la de María Auxiliadora. Acudo, escucho el evangelio y se me quedó grabado el pasaje bíblico de San Lucas 11, 5-13. Constantemente mi mamá me lo repetía y en ese día en la misa caí en cuenta sobre lo que ella me daba a entender.

Lo guardé en mi corazón, y al día siguiente comenzaba mi aventura en el tecnológico con el curso propedéutico.

Después vino un nuevo tropiezo: No tenía con qué pagar el semestre de la carrera, y ahí voy de nuevo con mis preocupaciones. Recuerdo que un compañero me dijo que me dirigiera a la Unidad Académica de Sistemas a preguntar por mi nombre en una lista de aspirantes aceptados a la carrera de Ingeniería en Sistemas Computacionales porque según él vi mi nombre. ¿De qué era la lista? No me supo explicar bien. Total, fui al otro campus y pues me puse a preguntar quién tenía esa lista, hasta que alguien me respondió y me pidió mis datos personales. Sacó el listado, buscó mi nombre y efectivamente ahí yo listado. Le pregunté a la maestra, o maestro (ya ni recuerdo), para qué era eso y me dijo que habían tomado a los mejores 20 resultados del examen de admisión que iban para sistemas y que a ellos les iban a hacer un descuento del 50% del costo de la colegiatura. Yo no lo creía.

Le hablé a mi mamá de eso por teléfono y ella me respondió "¿Qué te dije? ¿No te dije que acaso Dios iba a obrar?". La escuché, pero todavía en mí no me caía el veinte de que Dios había hecho esto por mí. Aún seguía en mi proceso de reinserción en la fe. Escuchaba Dios y ponía mi cara de fastidió.

Curiosamente no recuerdo cómo se pagó la otra mitad de la colegiatura. A lo mejor Dios quiso que lo olvidara para no preocuparme por ello.

Ahora sí, empezaba mi nueva aventura como estudiante universitario.

El primer semestre estuvo lleno de miedos y retos. No diré que toda la carrera me la pasé de perlas, pero siempre hubo gente para apoyarme en todos los sentidos (académicos y personales). Mi mamá seguía insistiendo en que orara, y lo hacía (aunque muchas veces a regañadientes o sin ganas). Durante esos días me entero de una beca del gobierno federal que en aquél entonces se llamaba PRONABES y decidí tramitarla. Desde secundaria contaba con la beca del gobierno del Tamaulipas, pero no la renové por darle prioridad a la federal (y porque creí que me la iban a dar). Para tramitar esa beca fue todo un parto, había que sacar copias de muchos documentos y soportar la cara de las encargadas del Departamento de Servicios Escolares. Terminé los trámites y yo me ilusionaba con el dinero que iba a tener para poder comprarme cosas (como comida, por ejemplo), pero cuando llegó el día de los resultados mi sorpresa fue otra: No fui aceptado.

Mis esperanzas se habían acabado. ¿Cómo le iba a hacer el próximo semestre para seguir estudiando? Me puse demasiado triste y melancólico. No quería que nadie me viera, pero llamé la atención y mis compañeros y amigos me preguntaban el por qué andaba así y que podían hacer por mí. No quise hablar con nadie ni ver a nadie. Una amiga me dijo que entre todos harían lo posible para que el próximo semestre siguiera estudiando, que iban a recolectar dinero y demás, pero yo seguía inmerso en mi melancolía.

Estuve fácilmente 4 horas sentado en uno de los pasillos del edificio sin querer hacer nada, hasta que otra amiga me dijo que fuéramos al otro campus a ver bailar a nuestros compañeros la famosa "Viejada". Los seguí, pero me quedé a una distancia muy considerable de ellos, debajo de un árbol, pues no quería ver a nadie, y que nadie me viera como estaba.

Terminó el evento, y una maestra me andaba buscando por todos lados, y mis compañeros también. Cuando me encontró la maestra me preguntó lo mismo que todo mundo me había ya preguntado: "¿Por qué estás así?", "Qué te pasó", ..., y ya después me dio un pedazo de papel para secar mis lágrimas. Después de todo eso me dio una noticia que cambió mi estado de ánimo: Había ganado un concurso, con motivo a los festejos del Bicentenario de la Independencia Nacional y Centenario de la Revolución Mexicana, en el cual mi diseño de cápsula de tiempo (el cual no siguieron en el diseño) había quedado en primer lugar. Eso significaba que toda mi carrera iba a ser "gratis", además de los cursos de inglés que eran obligatorios para la titulación.

Si antes estaba llorando de tristeza, ahora lloraba de alegría. Ya no tenía por qué preocuparme por los gastos de la colegiatura de los semestres venideros. Desde ese momento mi estimado de ánimo cambio radicalmente. Estaba más tranquilo.

Un amigo me dijo: "Ya ves, tu que tanto te preocupabas y ahora tendrás la carrera gratis".

Cuando le comenté de esto a mi mamá, me volvió a decir las mismas palabras de siempre: "¿No te dije acaso que Dios iba a obrar?". Yo ya no respondí y mucho menos puse gestos.

$2500.00 pesos, que en aquél entonces era el costo de la colegiatura por semestre, era mucho dinero para mí. Como le dije a unos chavos de la iglesia el año pasado (2016): "2500.00 pesos es fácilmente una pequeña parte de lo que te gastas en una peda con tus amigos, y muchas veces ni los sientes. Pero para mí esa cantidad era un mundo con el cual podía comprarme otras cosas como comida o ayudar en cuestiones de la casa".

Después de esa noticia, fui acercándome más a Dios y a creerle más. Y como mencionaba anteriormente: No diré que toda la carrera me la pasé de perlas, pero siempre hubo gente para apoyarme en todos los sentidos (académicos y personales).

Aprendí muchas cosas de la vida, tanto buenas y malas, de todo tipo de personas, pero sobre todo fui dejando a un lado mi orgullo y dejé que Dios actuara más en mi vida. Tampoco te voy a decir que las cosas entre él y yo van de maravilla, porque a veces me sigo peleando con él por X o Y razones, y todavía me hace falta creer y confiar más, pero admito que él me ha ido cambiando y eso lo han notado muchas personas conocidas y desconocidas. Mucho menos te voy a decir que las cosas en la casa están yendo bien, porque seguimos enfrentando crisis económicas. Yo creía que viniéndome a trabajar a otra ciudad las cosas en la casa iban a mejorar económicamente. Pensé: 3 personas en casa, el gasto es menos. Pero no es así. Espero poder algún día ayudar a mis padres.

De todo esto rescato la fe mi mamá ante las adversidades, y su paciencia. A veces creo que mi mamá es como la Virgen María, a la que Dios no le niega nada o a la que deja que le sucedan "cosas malas" para que no desfallezca en la fe. 

Ya para terminar, te comparto un fragmento de esa cita bíblica que me empezó a cambiar aquél 25 de Julio de 2010:

"'[...] pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan'."

Dios te bendiga.

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